Un ángel dormido abrigaba entre sus manos el miedo. Te oí respirar tan cerca de mí que en sueños me estremecías. Sobre el río se difuminaba el viaje nocturno de la luna, la estela se derrumbaba certera como losas de piedra entre las aguas. Te oía respirar, es indefinible la sensación que me abarcaba. Sin remedio, la cama se hundía bajo un montículo de arena cercada por el océano. Abracé el lado de tu cuerpo que a centímetros de mí sostenía la luz. Tu vientre guardaba todavía el color oscuro de mi deseo, rozando sin prisas la diáfana verdad mis dedos temblaban. Nunca he sido más valiente ante la soledad.
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