Eras dulce en mi boca, cuando tu asombro
dejaba en el atardecer un hilillo de luz entre tus ingles.
Sostenía el mar y sus silencios,
azules como el giro temprano de tu voz
trayendo en oleadas los gemidos,
suaves, tiernos en la tibieza esplendida de tu piel estremecida.
Era ese murmullo telúrico, fugaz,
único, con que el viento sabe adormecer a la tierra,
el instante feroz y prematuro
que dispara el relámpago y trae el trueno.
F
BONJOUR, TRISTESSE... II
Hace 14 horas
4 comentarios:
Sensualmente feroz.
Besos
estupenda¡
Parece que este otoño estás más encendido.
Un beso, poeta.
Creo que es la primera vez que me manifiesto con un comentario por aquí, sin embargo, soy una fiel lectora de tus poemas, y éste en especial me encanta.
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