Apagadas las horas de los pájaros
el viento mece la tarde y se demora en los cauces de la espera.
Veo pasar las nubes cargadas de harapientos oropeles,
la humedad sin rostro bulle en el aire
¡Que sagaz es el agua cuando se vierte sin pudor en la corriente!.
Quebrada y dulce lluvia.
Un océano me persigue para llamarme por mi nombre,
sin luz y sin árboles, solo vestido por la bruma de la tierra.
Me rodeo de ti y de tu sombra en el bullir de los dedos,
lamo cada instante que vivo contigo y me señalo débil,
ahora soy una mancha de arena mojada
en mitad de una vieja carretera al mar.
Octubre se dirime en el último rayo,
el otoño calcula los colores del invierno
y es roja y de nieve la cumbre en su devorado adiós.
Hay crepúsculos habitados por salmos y devotas campanas,
mientras tu boca no deja que amaine el largo gemido
y busca recodos de olvido prendidos a mi carne.
Enciende el fuego, trae el vino y hazme tu copa.
Afuera se ha ido el sol naufrago de laboriosas luces,
adentro crepita todo lo que has prendido en esta pequeña habitación.
5 comentarios:
Agua de lluvia cristalina, suaves colores rojizos de otoño, un inmenso mar azul, un bello poema de amor..., la vida puede ser maravillosa, y en ocasiones lo es.
Un beso.
Habitaciones acogedoras, tibias de fuego, cuerpos y compañía.
Octubre fecundo.
Abrazos.
A mí he gustado, como siempre, esos poemas musicales y redondos que nos ofreces, pero aquí me llama la atención especialmente una imagen muy buena, sugerente, única, diría yo:
"¡Que sagaz es el agua cuando se vierte sin pudor en la corriente!"
Un beso.
Bonito poema, te felicito
Besos
Basta pisar las hojas
para oír el crujido de la vida.
Un abrazo
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