Recuerdo que era el último barco a Creta.
La esperanza no dormía entre nosotros.
Soledad de un muelle,
el hambre de la vida
y la ansiedad del verano
se fue por un instante con la lluvia,
el aguacero dejó límpido el aire,
el viento traía de las islas
nuevas nubes añiles y pájaros marinos.
Recuerdo que era el último barco a Creta,
con un laberinto de minotauros en la mente
y marinos griegos silenciosos en la taberna
sentados frente a unos vasos de aguardiente.
Era el barco que no cogimos esa tarde de agosto,
aunque las horas fueran mansas
y jugásemos a los dados
hasta los primeros besos del nuevo día.
Recuerdo el mar Egeo,
mirándolo como a un animal dormido,
al fondo un bosque de coníferas
y un faro alumbrando monótono
los farellones de la costa
mientras esperábamos
el último barco a Creta que no vino.
La esperanza no dormía entre nosotros.
Soledad de un muelle,
el hambre de la vida
y la ansiedad del verano
se fue por un instante con la lluvia,
el aguacero dejó límpido el aire,
el viento traía de las islas
nuevas nubes añiles y pájaros marinos.
Recuerdo que era el último barco a Creta,
con un laberinto de minotauros en la mente
y marinos griegos silenciosos en la taberna
sentados frente a unos vasos de aguardiente.
Era el barco que no cogimos esa tarde de agosto,
aunque las horas fueran mansas
y jugásemos a los dados
hasta los primeros besos del nuevo día.
Recuerdo el mar Egeo,
mirándolo como a un animal dormido,
al fondo un bosque de coníferas
y un faro alumbrando monótono
los farellones de la costa
mientras esperábamos
el último barco a Creta que no vino.
3 comentarios:
Barcos, como oportunidades, que a veces llegan y otras se retrasan, o quizá definitivamente cambiaron su ruta dejándonos de lado.
Un besico!
yo que soy odiseico disfruto con poemas como este
Buscando, hurgando, entre tantos espacios de poesía, he llegado al tuyo. Mis felicitaciones por tan bello escrito.
Un abrazo.
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