desarma una a una todas las palabras que me habitan,
deshaz el nudo, la branza de tiempo y de espera,
el quehacer de arañas en la carne,
el ácido lacustre, su veneno,
la laxitud desnuda del amanecer,
el granito acerado, la arena,
las hojas del otoño,
un noviembre de ceniza.
Vuelve con tus manos,
pequeñas, temerosas,
a cruzar el páramo,
trae en tu boca la humedad del ansia,
el calor de tu isla,
la ardiente bocanada del órdago,
simas y bosques contra mí panoplia armada.
Esta batalla no tiene fin
aunque tu cuerpo reconozca en el mío su lugar
y hayas sembrado de flores amarillas
cada recodo en que sin casi saberlo fuimos uno.
5 comentarios:
¿Será que no nos damos cuenta que somos uno hasta antes del desdoblamiento?
Bellísimos tus versos amarillos.
Beso.
M.
Por dios, me “quedau” sin palabras. Sólo con deseos…
Es Genial
;)
Hola Fernando...he vuelto aunque nunca me he ido ,siempre leo pero hay veces que no se que ponerte que no haya puesto ya. Gracias por estas hermosas palabras que llenan de esperanzas el amor de toda mujer que se sienta deseada...Besos "Mujer rebelde".
Pobre panoplia contra tanta sima.
Batalla perdida.
Dulce derrota.
Un abrazo.
Cada vez que leo un poema como este, me parece mucho más difícil enlazar palabras, más o menos bellas, formando un armonioso conjunto, el calor, sólo, puede ser una palabra agobiante en algunos casos, pero el calor de tu isla, es..., me quedaría corta con cualquier calificativo.
Un beso, poeta.
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