Vilas dibujaba un día una panoplia de dioses del rock en su caja metálica de viaje, veinte años decía entonces y que ahora serán más, en que le han seguido como seudónimos de si mismo cuando los tarareaba y eran sombras frescas en su mente de noches largas de cervezas o cubatas y otras tardes, como de domingo, en que sólo ellos sabían arramblar con el silencio que cruje en lo más intimo. Para ser sincero, en mi odeón no están los mismos, soy menos rockero de chupa negra, y me han dado su mano una pléyade diferente a los suyos, pero cercana claro está en el tiempo, y que siguen rumiando en mi cerebro desde mi infancia como una gran sinfonola en la que sus siluetas y canciones se dejan sentir entre los recuerdos como si cada acto mío tuviera que tener su propia sintonía.
F
4 comentarios:
Ya casi no se ven estos aparatejos, ni siquiera sabía, o recordaba, que se llamaba sinfonola, cómo cambian los tiempos, mucho y muy deprisa, recuerdos, recuerdos, recuerdos...
Un poquito rockero sí que eres, vengo de la música de tu vida, aunque seas un rockero algo más suave.
Buenas noches.
Sí, hay momentos que están marcados por la música. O música que hemos impregnado de momentos. La música es como el olor: nos trae sensaciones antiguas que, a veces, creíamos perdidas.
Un beso.
Laura
Complejamente bello. "panoplia de dioses del rock" (maravilloso)... y ese par de frases largas que cuentan un breve sentimiento. Muy bonito.
Es que es así. Cada acto ha de tener su sintonía. Y cada vida, su banda sonora.
Siempre habrá alguna pléyade por ahí.
(Las pastillas se llaman Vandral y Orfidal)
Un (b)eso
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