En la autopista de Zaragoza a Barcelona sobre el km 130 hay una arboleda de chopos que es cultivada. Llevo viéndola varios años cuando voy a la playa y es una referencia de las estaciones y del transcurrir del tiempo, quizás sea una referencia de la vida, como el libro de Rafael Albertí, un reflejo en el que siempre deposito unos gramos de ternura al pasar a su lado. Ahora estarán cogiendo sus hojas el color amarillo y anaranjado del otoño y ya sé que puede ser triste hablar de esto pero no es ese el significado que hoy quiero darle a mis palabras, al revés, mi tristeza es pura, no se reserva matices concretos ni márgenes extraños, es sencillamente tiempo, pasos, huellas, esbozos de recuerdos, todo lo que nos hace ser como somos y estar en un lugar determinado…no me duele…me fascina verla reflejando estas cosas.
Ella tiene su propio palpitar y van creciendo árboles y desapareciendo otros…como en la vida, pero permanece constante ante el paso de la lluvia, del viento, del calor, del frío, desnuda o vestida del verde de sus hojas vive y a mi me deja siempre una tibia caricia en el alma saber que como yo existe y se transforma.
Ella tiene su propio palpitar y van creciendo árboles y desapareciendo otros…como en la vida, pero permanece constante ante el paso de la lluvia, del viento, del calor, del frío, desnuda o vestida del verde de sus hojas vive y a mi me deja siempre una tibia caricia en el alma saber que como yo existe y se transforma.
F
5 comentarios:
La tristeza que aparece de pronto, casi sin avisar, son como las agujas del reloj que marcan las horas de ese tiempo que vamos recorriendo y, quizàs, al mirar atràs la mente nos echa encima el peso del camino. Que andes bien. Abrazos.
Me sorprendo a mi misma diciéndote ¡Que hermosa tristeza! intentaré acordarme de ella cuando pase por el km. 130.
Besos.
Existe y se transforma...
se recrea y la despojan
pero siempre,como tú;
acaricia....
Hasta la vuelta Fernando
♥♥♥besos♥♥♥
Se me hace tan próximo lo que cuentas, que no he podido resistirme a dejarte estas pocas líneas. En cierta manera, creo que todos tenemos esa referencia, esa arboleda casi desconocida, en algún lugar remoto por el que cada vez que pasamos, nos recordamos que seguimos vivos.
La naturaleza siempre nos acaricia el alma. Sólo hay que tener abierto el espíritu para poder recibir su abrazo.
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