En la tarde noche
de aquel viernes fatídico
se cruzaron dos miradas
como lanzas afiladas.
Ninguno esgrimió argumentos
valederos.
Unos compases muy suaves
rasgaron el crepúsculo
con las notas de una guitarra.
El odio se hizo carne
en los cuerpos envarados.
Una estrella asomó
como santo y seña
de la noche niña,
y en los techos
enmohecidos
se posó una calandria
viajera.
Fernando Giucich
del libro "Clara" - Editorial Dunken
6 comentarios:
Espero que se posara por poco tiempo y siguiera su viaje. La estampa descrita no parece la más oportuna de presenciar, Fernando,pero el poema, además de descriptivo, es estupendo y escalofriante. Genial.
Besos
Fernando: muchas gracias por tu gentileza. Abrazos.
Precioso, me encanta..
Besos cálidos
Fernando, me honraría tener en mi blog versos tuyos.
Es un placer visitarte.
Un abrazo
Yeli
Días fatídicos:
El odio se hace carne.
De poco sirven las estrellas ni las calandrias.
Un abrazo.
Mis dos Fernando(s)
:)
Con admiraciòn leo en tus pàginas un bellìsimo poema de su pluma.
No puedo agregar màs que me ha llegado hondo, quièn no ha tenido un dìa de esos, en donde el silencio cuaja y es la mirada fija, la que lo dice todo...o calla.
Un beso a ambos.
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