La cama estaba abandonada con ese aspecto que dejan dos cuerpos en ella después de revolcarse juntos. Eran casi las doce del mediodía y él sentado en un sillón miraba como la mujer se iba vistiendo lentamente, sabiendo que él la miraba con intensidad. Se oía el crujir de la ropa, al volver a estar en contacto con la piel, la cremallera de los jeans sonó con un gran eco en el cerebro del hombre despertándolo del éxtasis.
Ahora se miraban a los ojos, ella con la cierta dulzura que le confería el saberse poseedora de su deseo. Él atrapado en si mismo y sus contradicciones, se veía débil, fuera de lugar, aunque hubiera convertido en realidad una pasión antigua.
Ser profesor en la universidad durante tanto tiempo le había otorgado la facilidad de conocer a muchas personas. Su cargo de catedrático le proporcionaba contactos e influencias que no desestimaba para ayudar a quien él pensaba que lo merecía. Eso había hecho con esta mujer por la cual siempre había sentido una serie de sensaciones y emociones que creía confusas aunque al final tuvo que reconocer que la deseaba como nunca a nadie.
El tiempo sólo había servido para que durmiera latente su pasión por ella. Por eso, cuando no sabía por qué, ella consintió en acostarse con él, no lo dudo un instante y allí estaba habiendo gozado de su cuerpo todo lo que su edad le había permitido.
Ella pensaba un poco con cierta tristeza en aquel hombre que tenía enfrente. Siempre lo había admirado y querido. Al principio se sentía muy atraída por él, claro que de esto habían pasado casi cuatro lustros, quizás al acostarse con él saldaba una vieja deuda que tenía con ella misma.
Nervioso miró el reloj, nunca se había sentido peor, se había quedado solo en la habitación mientras que la mujer se maquillaba un poco en el baño y, aunque ella había actuado con gran delicadeza, el viejo profesor se había percatado de todo, en realidad se sentía después de lo ocurrido como el ser más pequeño del mundo.
Ahora se miraban a los ojos, ella con la cierta dulzura que le confería el saberse poseedora de su deseo. Él atrapado en si mismo y sus contradicciones, se veía débil, fuera de lugar, aunque hubiera convertido en realidad una pasión antigua.
Ser profesor en la universidad durante tanto tiempo le había otorgado la facilidad de conocer a muchas personas. Su cargo de catedrático le proporcionaba contactos e influencias que no desestimaba para ayudar a quien él pensaba que lo merecía. Eso había hecho con esta mujer por la cual siempre había sentido una serie de sensaciones y emociones que creía confusas aunque al final tuvo que reconocer que la deseaba como nunca a nadie.
El tiempo sólo había servido para que durmiera latente su pasión por ella. Por eso, cuando no sabía por qué, ella consintió en acostarse con él, no lo dudo un instante y allí estaba habiendo gozado de su cuerpo todo lo que su edad le había permitido.
Ella pensaba un poco con cierta tristeza en aquel hombre que tenía enfrente. Siempre lo había admirado y querido. Al principio se sentía muy atraída por él, claro que de esto habían pasado casi cuatro lustros, quizás al acostarse con él saldaba una vieja deuda que tenía con ella misma.
Nervioso miró el reloj, nunca se había sentido peor, se había quedado solo en la habitación mientras que la mujer se maquillaba un poco en el baño y, aunque ella había actuado con gran delicadeza, el viejo profesor se había percatado de todo, en realidad se sentía después de lo ocurrido como el ser más pequeño del mundo.
F
15 comentarios:
Me encanta ...
cuantas cosas se pueden decir..cuantas imaginar..y de cuantas reflexionar..
Un placer fernando
Cuando nos ponemos a imaginar a idealizar podemos encontrarnos con las dos caras de la verdad, la que nos gustaría y la que no deseamos encontrar...
Besitos guapo!
Fernando tu prosa también es maravillosa!!!
Besos
A veces, cuando un deseo, sin más, se convierte en realidad, es posible que se destruya, junto con él, la fantasía que creamos alrederor del deseo. De alguna manera ese sentimiento de pérdida puede ser desolador. Un texto formidable, Fernando.
Besos
No habrìa por què sentirse pequeño luego del fragor y la furia de sangre humana...
Eso es pasiòn por la vida.
Me ha encantado, Fer.
Un abrazo
Fer....se habra acabado la magia de la piel de ella sobre su ser??
Un besote tierno..
Difícil comentar sobre lo vivido según el relato, ¿qué esconde realmente el sentir del viejo catedrático? y ella ¿con ese encuentro habrá saldado su deseo de tantos años atrás?
Quizás lo mejor que pudiera pensarse es que ambos vivieron un largo deseo escondido, aunque quizás también el tiempo dejo su huella.
¡Qué complicado es opinar la vida ajena!
Un abrazo
María es un relato...ficción...todo es opinable...mis relatos que son pocos y cortos intentan siempre recrear situaciones un poco extrañas sin más...que algunas pueden tener algo de realidad? puede..pero es lo menos importante..el casoe s que tú lo veas...besos a tod@s
Conozco esa sensación del viejo, y no tiene nada que ver con la edad. Es el efecto post-coito: desapego.
Saludos
bufff que bonito relato, el despertar de un sueño ... divino.
sigues sorprendiendome
besitos muy dulces para ti
Cuando esos viejos profesores no saben asumir la edad donde el intelecto no puede con la carne. Abrazos.
Me parecio un relato crudo pero sin alejarse de ese romanticismo que todos buscamos.
Me ha parecido estupendo.
Un Beso.
Humano, entrañable...
Un beso
La anticipación de algo grato siempre supera el momento de lograrlo.
Un texto muy bueno.
Me ha gustado todo, pero quiza lo que mas me ha percutido ha sido ese"se oía el crujir de la ropa" como si relmente arrancasen el caparazón de los años de espera.
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