Hay un río de sangre que viola la tarde,
unas violetas que redimen las sombras
y unas hojas secas que amarillas
desencadenan los sueños que nunca tuve.
Aquí, el sol parece esgrimir una sonrisa,
tal vez la ligera muerte endulce la respiración
y seamos serenos y silenciosos amantes de la noche.
Siempre nos teme la luna
a nuestros ojos los poros del silencio
son mucho más explícitos
y el fuego se lamenta
entre las manos de la brisa
y la caricia indeterminada del sosiego.
En el deseo la noche nos esconde,
bruma oscura que la piel encendida hace brillar
con la lejana luz de las antorchas,
y en nuestro encuentro
las nubes son los calamos celestes,
donde amarse en un bello juego
de ternura y de tiempo.
2 comentarios:
Qué delicia leer tus poemas Fernando. Besos.
Desangrarse de deseo, aquel que nunca se tuvo....precioso.
Con la ironía del sol, con la complicidad de la noche y la caricia del cielo...bello juego...cierto. Aunque sólo sea ternura y tiempo.
Olimpia.
Publicar un comentario