jueves, 21 de junio de 2012

Venecia XII








Era dulce la lluvia,
el otoño cayendo sobre mi cuerpo desnudo.
Tus besos desataban la tormenta,
gotas que caían por mi espalda,
en mis hombros y en mi pelo
arremolinado por tus dedos.
Tenía Venecia todas las armas:
una cama grande,
el color del atardecer
y el valor de la constancia
en tu boca y en tus manos
para dirimir y vencer una y mil batallas.








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