Callaron los pájaros.
Mientras, las cimas de la noche tuvieron tus ojos:
oscuros, desleales,
ya sabían del ardiente fulgor de la mañana.
Tu boca pronunció el adiós.
Vino la marea baja
y como tantas veces
la calima en que se quedan los cuerpos,
náufragos y habitados todavía
por la avara consciencia de lo suyo.
F

Aún recuerdo esa calima habitada de otros tiempos.
ResponderEliminarMuy bueno lo que haces. A favoritos.
ResponderEliminarEres fantástico poeta. Abrazos.
ResponderEliminarComo siempre un placer leerte, Fernando!
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