lunes, 23 de mayo de 2011

El Hacedor 3.0 IX





El valor de una despedida se queda en el poso del tiempo.
¿Cuánto dolor cabe en ese instante?
¿Cuántas veces vamos a rememorar ese último momento?
La urgencia del momento en un andén o en un aeropuerto
no la tiene cuando es por ejemplo en un café,
donde todavía hay un trecho para preguntarnos,
sin ambages ni artificios, él uno al otro por el mañana.




F


1 comentario:

  1. Lo peor de algunas despedidas es saber que son para siempre.
    Hasta pronto.

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