
Eres la llama entre las piedras azuladas de la noche.
La luz del acanto creciendo en el templo.
El dolor de la atalaya.
El abandono.
La soledad.
Una mano te acaricia.
Lejana sostienes el paso abriéndote en lo oscuro.
Irremediable el temblor de la brisa,
la mirada enrojecida,
el tenue placer de la huella pasando en el aire.
F
Tiemblo también al imaginarlo
ResponderEliminarYo también tiemblo al leerlo
ResponderEliminarLo siento, Fernando, me debe de temblar hasta el pulso porque he enviado dos mensajes sin querer.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarVes Fernando?comprendes porque me aprisionas...
ResponderEliminarBesos muy dulces de tu amiga Embrujada
Sigo leyendo, y aunque no comente sigue gustándome.
ResponderEliminarUn abrazo, Fernando.
Definición de la amada por contrapuestos: luz y sombra.
ResponderEliminarLa belleza suge cuando de ahí extrae el deseo del placer de caricias y de entrega.
No por tenue más profundo el temblor y la huella sobre el aire.
Abrazos.
una mano me acaricia..es la tuya..la que me falta....
ResponderEliminarun beso extrañandote ...
a veces comentar sobre lo que escribis ,me parece absurdo.. para que embarrar con mis palabras las tuyas...
ResponderEliminarbesos
CARINA
Aunque sea el aire del gesto de la mano, uno a veces percibe la caricia, y eso basta.
ResponderEliminarBellìsimo, Fer.
Hermoso, me ha conmovido.
ResponderEliminarBesos
Alba