
Mis manos tienen surcos abiertos como heridas,
ante mis ojos son simples cicatrices,
la historia que siempre se acompaña de ejemplos,
para decir esto es del 66, aquello del 72…..
puede ser así el resto de mi cuerpo,
y es verdad, tengo heridas de la vida,
no más que otro cualquiera que se mire.
En los días de lluvia suelo ser otro,
un extraño a mi que tiene parte de mis gestos y mi voz,
aunque me vuelvo silencioso y apenas se me oye respirar.
En los días de lluvia son posibles todos los milagros,
soy capaz de adivinarte entre otras,
aunque te escondas bajo la capa de la indiferencia
o ese paraguas que te regaló tu madre.
Cada vez más necesito del tiempo,
consumido en las arenas de un desierto azulado,
y sé que es escaso aunque las tardes se hagan largas
y yo madrugue para sentir el máximo posible de vida.
Tú palpitas en un mundo de sabores exóticos,
quieres sentir las brasas en tu piel y haces bien,
yo me conformo con saber de los ríos,
conocer los puentes, oír los pájaros,
estremecerme ante el mar y los crepúsculos,
arder en las pavesas de la noche
y cuando voy a la montaña sentir el bosque…
o sea, me conformo con amarte.
Fernando Sarría
F
Sin palabras... solo un gran suspiro.
ResponderEliminarPrecioso como siempre.
Besos y buen domingo.
Estrenecedor, Fernando. Está claro que tu silencio en los días de lluvia sólo es sonoro. Tu respiración se oye en este poema cultivado de imagenes y sensaciones. "y cuando voy a la montaña sentir el bosque...". Fantástico.
ResponderEliminarBesos
Bello y certero, Fernando.
ResponderEliminarLa vida nos va dejando heridas como surcos.
Pero somos otros con la lluvia.
Justo el espacio necesario para poder amar.
Un abrazo.
Hay heridas visibles palpables y las otras... Las más largas de cicatrizar, pero el tiempo todo lo puede...
ResponderEliminarUn beso f.
Ahora, desde Lleida, cada vez que te leo, te escucho:):)
ResponderEliminarA veces, sólo a veces, se goza más amando que siendo amado.
Un abrazo
Las heridas nos recuerdan que hemos vivido, dicen, las cicatrices siempre seràn la huella que deja la vida, el amor que en algùn tiempo nos ha completado, y la lluvia nos trae todas esas sensaciones de introspecciòn en la màs harta soledad y amando.
ResponderEliminarMuy bello,Fer.
Gracias.
Los surcos de nuestra historia son los recuerdos, que por cualquier motivo, razón o sin ello nos detienen a retomar lo vivido para revivirlo de nuevo y otra vez.
ResponderEliminarTenemos momentos que son mas proclives, estados de ánimo que favorecen y nuestra natural forma de ser que nos inclina, todo ello nos otorga la vuelta, el retorno al pasado que llevamos en la mochila de nuestra andadura.
Me quedo con ese final, "me conformo con saber de los ríos, conocer los puentes, oír los pájaros... me conformo con amarte."
Porque la vida es simplemente o todo eso, sentirla, vivirla, ensimismarse, escucharla, oírla, verla, mirarla... y ella nos ama.
Besos amigo.
tantas heridas en la vida
ResponderEliminar... a veces un solo amor basta para diluirlas
un abrazo
Surcos como los vinilos, o aros como el interior de los árboles, como la secuoya de "Vértigo".
ResponderEliminarBuen colofón, los últimos versos son antológicos.
Abrazos
Bajo aquel paraguas encantado pasa ella los días de lluvia y las heridas del alma cicatrizan con el donaire de su andar. Bello poema. Abrazos.
ResponderEliminarEsos días de lluvia que hacen descolorido el corazón cuando la memoria nos pierde...
ResponderEliminararder con las pavesas de la noche... me ha encantado... y que solo te conformes con amar es maravilloso....
besitos...