Hay tardes abandonadas al rumor de las luces y del viento
y en ellas somos casi como personajes de un cuadro de Hopper,
sentados sobre la desolación
apenas nos queda campo de maniobra
para resarcirnos de esta sensación que nos arrastra.
Sí, escuchamos con su voz desgarrada
las notas de un blues de Sarah Vaughan
o las de Dinah Washington llevándonos lejos,
como si zarpar al mundo azul de la música nos redimiera
de la atonía de un atardecer de ahogados silencios.
Al final siempre nos queda volver a recogernos
en la mutua comprensión y desde la azotea
ver crecer en el horizonte un nuevo crepúsculo,
mientras la ciudad habitada se diluye en las sombras
y en nuestro desierto vuelve a arder el fuego.
Ay, un cuadro de Hooper.
ResponderEliminarQué maravilla. Un poema "elegante". Mucho.
Kisses
Algo así como un vuelo triste del que regresamos enriquecidos.
ResponderEliminarAbrazos
Ay, ¡yo quiero una tarde de esas porfa!..aunque bien pensado me quedaré en ese crepúsculo prometedor que precede al fuego.
ResponderEliminarMientras llega, ignorante, voy a ver un cuadro de Hooper.
Besos Charlie.
;);)..lo de elegante..un beso Nómada
ResponderEliminarel tiempo germinando en preguntas..un abrazo Ybris
ResponderEliminarPues la viví el domingo cerca de tu casa...los crepúsculos desde mi azotea se ven todos los días..el fuego eso ya es otra cosa..besos Mosqui.
ResponderEliminarGracias Mari Carmen...y bienvenida ..un beso
ResponderEliminarHay tardes en las que el mundo podría acabarse, o empezar.
ResponderEliminaro las dos cosas a la vez...besos
ResponderEliminar